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¿HAY UNA

RESPUESTA?


En la mañana del 11 de Septiembre del año 2001, Dios le dio a los Estados Unidos una llamada de atención. Cuatro aviones comerciales “jumbo jets” fueron secuestrados. Dos se dirigieron hacia la ciudad de Nueva York y dos a Washington, D.C. El primero se dirigió directamente hacia una de las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial en la ciudad de Nueva York y se estrelló contra ella. Minutos más tarde el segundo chocó con la otra torre gemela. Las dos torres fueron sacudidas hasta sus cimientos. En cuestión de horas se desplomaron al piso. Luego en Washington, D.C., otro avión de pasajeros se estrelló contra el Pentágono. Como resultado de estos ataques terroristas, miles de personas resultaron heridas y miles murieron.

Como es natural, muchos han considerado los aspectos físicos, materiales y políticos de esta tragedia, pero han ignorado el aspecto espiritual. Han echado la culpa a la ingenuidad de los Estados Unidos y como resultado han ajustado las medidas de seguridad.

 

Una serie de desastres


En los últimos tiempos, los Estados Unidos ha experimentado terremotos y ha sido golpeado por feroces tormentas, huracanes y tifones en varios lugares, inundaciones que han arrasado con viviendas y negocios, y deslizamientos de barro que barrieron con comunidades enteras. Además, incendios abrasadores destruyeron inumerables hectáreas de bosques, así como de casas. Todo esto ha causado la pérdida de muchas vidas y de incontables millones de dólares en daños. Y ahora,

encima de todo esto, este desastre terrorista. Un esfuerzo general se ha hecho para identificar a los que perpetraron dichos actos y traerlos a la justicia. Pero poco se hace para tratar con el aspecto espiritual que fundamenta todas estas catástrofes. Sentimos una profunda pena por los que sufrieron la pérdida de seres queridos, de vidas y bienes.

 

¿Hay una respuesta?

 

Se ha formulado la pregunta, Si Dios no envió estos desastres, ¿por qué los permitió? Sin duda el único Dios verdadero y todopoderoso tiene el poder, la capacidad, y el cariñoso cuidado para prevenir tales acontecimientos. ¡Pero no lo hizo! ¿Por qué? ¿Hay una respuesta? ¡Por supuesto que la hay! Pero sólo puede hallársela en el perfecto registro de comunicación entre Dios y los humanos, conocida como la Santa Biblia. Hay numerosos pasajes que se refieren a esta cuestión. Permíteme citarle sólo unos cuantos para contestar esta pregunta seria.

El sabio Eliú, cuando reprendía al anciano y paciente Job, dijo: “Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende” (Job 33:14). Dios usa desastres para hablar, para advertir de juicios inminentes, y para juzgar debido a la iniquidad.

 

Ejemplos de cómo Dios usa desastres

 

Nínive—evitó la ira y el poder destructor de Dios la primera vez al arrepentirse completamente y abandonar sus pecados ante la llamada despertadora de Jonás (Jonás 3:4-10). Pero unos 125 años después de ese reavivamiento, el pueblo de Nínive se había vuelto a sus iniquidades. El profeta hebreo Nahum, escribió para advertirles por segunda vez:

Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino,Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten, la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos,... (Nahum 1:3-8).

 

Nínive fue destruida por una inundación insólita del río Tigris, exactamente como Dios advirtió por medio de Nahum.

 

Jerusalén—La mayoría de las personas es proclive a pensar sólo del amor y la misericordia de Dios. Pero Dios amaba a su pueblo Israel y extendió su misericordia sobre ellos hasta que lo cansaron. En su amor, Dios les envió profetas para reprenderlos y advertirles del juicio inminente, a menos que se arrepintieran y abandonaran sus iniquidades y caminaran en sus sendas, obedientes a su Palabra.

El profeta Hebreo Isaías, advirtió a la capital de la religión judía, llamándola Ariel (León de Dios), y pronunciando ayes debido a su iniquidad. Isaías escribió:

“Por Jehová de los ejércitos serás visitada con truenos, con terremotos y con gran ruido, con torbellino y tempestad, y llama de fuego consumidor... Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí.” (Isaías 29:6,13).

Cuando Ezequías comenzó su reinado, instigó un reavivamiento en Judá. Catorce años después, Asiria amenazó con derrocar Jerusalén. Pero el rey Ezequías se dirigió al Señor y dependió totalmente en Él para la defensa. Como resultado, Judá y Jerusalén se salvaron.

Justo antes de la destrucción completa e incendio de Jerusalén hasta “nivel cero” por los ejércitos babilonios, Dios les dio una llamada de advertencia mediante su profeta Jeremías:

“Si te volvieres, oh Israel, dice Jehová, vuélvete a mí. Y si quitares de delante de mí tus abominaciones, y no anduvieres de acá para allá, y jurares: Vive Jehová, en verdad, en juicio y en justicia, entonces las naciones serán benditas en él, y en él se gloriarán... Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirán en medio de ti los pensamientos de iniquidad?... Porque así dijo Jehová: Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo... Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo quiero hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado.”(Jeremías 4:1,14,27; 36:3).

Israel pudo haber evitado la completa destrucción

de Jerusalén si se hubiera arrepentido de sus

pecados e iniquidades. Pero ellos no escucharon la

llamada a atención y Jerusalén fue quemada y

destruida hasta el “nivel cero,” y toda su gente

fue llevada cautiva a Babilonia.

 

La torre en Siloé—El Señor Jesucristo indicó que su colapso era una llamada de advertencia para arrepentirse.

     “O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.”(Lucas 13:4,5).

La respuesta fundamental

La mayoría de las personas no hacen caso, o pasan por alto la condición espiritual y moral de todo el país, y la indignación del único Dios verdadero y santo que una gran cantidad de Norteamericanos pretenden adorar, y cuya bendición ellos invocan a favor de los Estados Unidos con “Dios bendiga a Norteamérica”. Sin duda Dios, como tambien nuestros propios corazones se conduelen ante la inmoralidad sexual, el adulterio, la violencia, el homicidio, la violación, el abuso de niños y la indecencia en nuestra nación, tanto entre la gente y en la televisión, así como también la pobre condición espiritual, el letargo (la cruel indiferencia), y complacencia de la iglesia y de los que profesan ser pueblo de Dios.

No hay duda de que los desastres del 11 de Septiembre del año 2001 son una llamada de advertencia para los Estados Unidos primero, y luego para todo el mundo. Dios habla mediante su acción: ¡Despiértense Estados Unidos! ¡Despiértense naciones del mundo! En las palabras del profeta Isaías, Dios le habla a usted y a mí en este día,

”Acercaos, naciones, juntaos para oír; y vosotros, pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce. Porque Jehová está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas... pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades... Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro el cual será amplio en perdonar” (Isaías 34:1,2; 43:24b; 55:7).

 

¡Despiértense del letargo y la tolerancia a la violencia y la iniquidad e inmoralidad sexual! ¡Arrepiéntanse y abandonen sus pecados, sus iniquidades, sus maldades! La palabra griega para ‘perdonar’ significa abandonar. Si quiere que Dios le perdone (abandone el juicio sobre sus pecados) usted debe abandonar sus pecados y comprometerse a confiar en Cristo. Arrepiéntase y abandone sus pecados, y comprométase a confiar total y únicamente en el Señor Jesucristo ahora para su salvación, regeneración, santificación y santidad. ¡No lo postergue!

 

A la iglesia actual. Presten atención a la exhortación del apóstol Pablo a la iglesia de Colosas:

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.” (Colosenses 3:5,6).

 

A los que están fuera de Cristo. Den estos cinco pasos ahora para comenzar a prepararse para su pronta y segunda venida.

 

(1) ¡Arrepiéntase! Acuda a Dios y abandone el pecado y la desobediencia. Cambie su forma de pensar respecto a sus caminos pecaminosos y abandónelos de modo que cambie la dirección de su vida. Siga el camino de Dios. (Isaías 53:6; Hechos 17:30; Lucas 13:3,5; 1 Tesalonicenses 1:9,10),

(2) ¡Confiese (admítale a Dios) su culpa como pecador y pida a Dios misericordia! (Lucas 18:13),

(3) ¡Comprométase, sin reserva alguna, a confiar en el Señor Jesucristo! Confia en que Él murió como su sustituto, soportó la ira de Dios que usted merecía, derramó su sangre para lavar sus pecados, fue sepultado y resucitó para darle su Nueva Vida, y ascendió al Cielo para aplicar su sangre sobre el asiento de misericordia y declararlo libre de toda culpa. Confia en que Él quiere salvarlo ahora mismo (Romanos 10:9; Hebreos 9:14,24-28),

(4) ¡Recíbalo en su corazón para que se convierta en el Salvador y Señor de su vida! Cambie su vieja vida por la Nueva Vida que Él quiere darle (Juan 1:12; Colosenses 2:6; Marcos 8:37). Luego

(5) ¡Confiese pública y abiertamente (declare que usted está de acuerdo con Dios) que está en el Señor Jesucristo! Cuéntele a otras personas cómo Él lo salvó a usted (Romanos 10:9,10; Mateo 10:32, 33).

Ahora dé estos cinco pasos. Humildemente clame por misericordia y para que el Señor Jesucristo lo salve. Si usted realmente quiere este regalo ahora, entonces ore en forma sincera y humilde la única oración que Dios quiere oír de un pecador.

“Dios mío,

Soy un pecador perdido, culpable y merezco un castigo eterno en el Lago de Fuego. Pero creo que el Señor Jesucristo murió en la cruz para ser castigado por mí. Dios mío, ten misericordia de mí, un pecador. Estoy cansado de andar en mi propio camino y quiero andar en tu senda, pero no puedo hacerlo con mi propia fortaleza. Señor Jesucristo, ven a mi corazón y sálvame del pecado. Reemplaza mi vida por la tuya, y sé el Señor de mi vida.Gracias por lavar mis pecados en tu preciosa sangre. Gracias por soportar la ira de Dios. Gracias por darme vida eterna. Ahora hazme crecer en Cristo y honrarte en todos mis caminos. Oro en el nombre del Señor Jesucristo. Amen.”

    Ahora regístrelo en www.happyheralds.org o escríbanos a la dirección que se indica al pie de esta página para recibir ayuda adicional. Escríbanos o envíenos una nota electrónica a info@happyheralds.org y cuéntenos de su decisión y le enviaremos información útil sobre como usted puede gozar abundantemente de esta nueva vida en Cristo y como puede prepararse para la pronta y segunda venida de nuestro precioso Salvador, el Señor Jesucristo. Comience ahora mismo a asistir regularmente a una iglesia que cree en la Biblia y enseña sus verdades.

Dr. Fred Wittman


Para ayuda espiritual o más copias de este tratado comuníquese con

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P. O. Box 460, Nottingham, PA 19362 USA


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Last modified: July 27, 2005